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Eligiendo una canción...



Matito dice:

PRIMERO:

Hablar de un artista es difícil, partiendo de la base que el periodismo de rock es el género menos objetivo dentro del periodismo (y no me voy a meter con la paradoja de la existencia o no de la objetividad dentro de un escrito, que es una falacia por antonomasia). Por eso, al referirse a un artista entran en juego muchos elementos pequeños que condicionan a quien escribe, que lo aboca a una mera reflexión de los gustos. Por ejemplo, pueden hablar maravillas del punk rock y asumo que existen obras mayores dentro de ese nicho musical, sin embargo no he encontrado una canción que me guste.

SEGUNDO:

Sobre gustos hay miles de páginas escritas, el periodismo de rock es un gran aglomerado de opiniones paridas desde el gusto propio del periodista, el periodismo de espectáculos (en especial la crítica de cine y teatro) esta empapada del gusto del ojo observador, así como el periodismo cultural. Así que la frase “sobre gustos no hay nada escritos” puede dejar de circular de una buena vez.

TERCERO:

Encaramos este post con la idea de reseñar un tema. Solo uno, lo cual en primera instancia puede parecer sencillo. Contaré una intimidad: en mi cuarto hay alrededor de doscientos compacts de música, sumados a la misma totalidad que hay en mi carpeta de piratería musical, suman por lo menos cuatrocientos discos. Calculando un promedio de doce temas por disco llegamos a un total de cuatro mil ochocientos temas, sin contar con todos los que son discos dobles, o la colección de discos de jazz, que superan en su amplia mayoría los veinte temas por cd.

A mi se me hizo difícil la selección.

CUARTO:

Descocado, angustiado por la búsqueda, repasé en mi mp3 las canciones selectas para acompañarme a diario, con la franca confianza que allí residía mi respuesta. Pero no, no fue así. Las ochenta y pico canciones me gustan mucho, no lo puedo negar, pero no tienen esa nota que resuena en mi alma, no está eso que me emociona.

Hasta que, escuchando un disco que jamás hubiese considerado como una primera opción (o como una opción simplemente) llego la respuesta.

QUINTO:

Jack Johnson tiene una vida envidiable. Vive de su música en un país tropical, escribe para su hijo, hace canciones dulces que no molestan a nadie y practica surf. Lo que se dice, una existencia sin sobresaltos. Sin embargo escribió una canción que me tocó el alma. Se llama “Cupid”, del disco “On and On”, y dura solo un minuto con cinco segundos. Solo guitarra y Jack, letra y significación, canción y oyente. Tiene urgencia pese a que no levanta jamás el tono de voz, es una canción de reclamo, es una maravillosa obra que nunca trascenderá del espacio que le fue dado en aquel disco.

Entonces recordé porque me despertó tanto entusiasmo al oírla. En abril de este año viajaba a las ocho de la mañana en el tren, línea Sarmiento, desde Ramos Mejía a Capital Federal. Estaba molesto, llegaba tarde, iba apretado entre veinte personas y tenía mucho calor y sueño. Estaba de mal humor. Ni bien llegué a Once escuché ese tema (que en aquel momento formaba parte del mausoleo de mi reproductor de mp3) y me alegró el día, la caminata hasta el shopping Abasto donde me esperaban más de doce horas ininterrumpidas de labores como crítico de cine. Y esa canción me salvó el día.

SEXTO:

Me parece que el criterio de elección, arbitrario como se merece una elección de estas características, variará en otro momento de mi vida, o mañana, o nunca. Lo bueno es que existen miles y miles de canciones dando vueltas que nos repercuten en el alma.

Larga vida a esa otra música.

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Sísifo dice:

Hoy voy a hacer un poco de trampa, y voy a escribir después de haber leído el post de mi primo-amigo-compañero de blog, avisando que coincido casi a la perfección con los puntos uno y dos de su escrito, lo cual reduce un poco la longitud del que yo estoy escribiendo en este momento.

Mi carpeta de música en mi PC tiene en su interior unos dieciséis mil temas (debo reconocer que en realidad, sólo debo haber escuchado unos diez mil de ese total) lo cual hace de esta elección una empresa de proporciones paleontológicas. Pero, en vez de escuchar y revolver, decidí hacer la elección de una forma pasiva: seguir escuchando música normalmente, con cierta displicencia incluso, hasta que me descubra a mi mismo totalmente internado en una canción, y así, de forma totalmente subjetiva y dictatorial, elegir el tema e intentar descubrir lo que esa canción me generara.

El tema en cuestión vino a mi mente desde un disco que fue la banda de sonido de una de las películas más bellas que he visto en mucho tiempo. Muchas veces cuando un film es tan absorbente uno suele prestarle menos atención a ciertos detalles, siendo la música uno de ellos, (que en realidad no es detalle, sino algo harto importante). Aquel buen oyente que haya visto la película recordará que la música de Le Fabuleux Destin D'Amelie Poulain, compuesta por Yann Tiersen, es una obra maravillosa y con un sentimiento que pocos discos tienen. Es uno de esos soundtracks que pueden escucharse sin conocer el film, como obras totalmente independientes.

Como cuando uno despierta de golpe de un sueño al cual recuerda, así desperté de la hipnosis musical que me produjo una canción, bastante corta, de unos dos minutos. Dicha canción es una composición para piano, sólo piano, llamada “Comptine D'Un Autre Ete”. Si tuviera que enumerar que características del tema hacen que me guste tanto no creo que pudiera hacerlo. El sonido del piano es de por sí suave e intrigante, la melodía viene y va, una vez grave, otra vez más aguda, y las notas se escapan del piano como pequeños latigazos a la mente, al alma. Es una canción que me llena de un sentimiento extraño, me deja tenso y contento a la vez, animado y desdichado, alegre y triste, todo junto y paradójico, todo en una sola sensación.

Incluida en el medio de una obra tan maravillosa como la banda de sonido de Amelie, “Comptine…” puede parecer sólo una pista más, pero para mis oídos es una pequeña colina distintiva de las demás canciones del disco, maravillosa en su forma, hermosa en su melodía y atrapante para el oído.

Y en este punto también coincido con mi primo: esta elección seguramente variará con el paso de los días, y es probable que dentro de un tiempo me de cuenta de que podría haber elegido otro tema, otro que no escuché en ese momento justo, y que hubiese modificado mi decisión de manera arbitraria. Y todavía me quedan unos seis mil temas inexplorados que esperan ser escuchados en algún momento de mi vida. Y estoy muy seguro de que me sorprenderé muchas veces como para cambiar mi elección a medida que la música, esa otra música, se cuele en mis oídos.

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Un 1 de octubre de 2007, 8:44, Blogger Una indisciplinada no tan moderna dijo...



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